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martes, enero 27, 2009

Aterrizando

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Me presento. Mi nombre es Edik y desde hace un par de semanas vivo en Madrid. No sé que os puedo contar a vosotros de Madrid o de España que no sepáis ya, la mayoría habéis vivido aquí, si no nacido, y la conocéis estupendamente. Os contaré las cosas que me llamen la atención, que me sorprendan, como Edu os contaba el año pasado su visión de Kiev y de Ucrania. Sin duda nuestras experiencias serán diferentes: Edu llegaba a un país que le acogía con residencia diplomática, y en el vivía con un poder adquisitivo diez veces mayor a la media de la población.

Yo para llegar aquí he de conseguir visado, una pesadilla de la que es mejor que no sepáis nada, o de la que yo nada os voy a contar, ya sé lo mal que sienta que vengan los extranjeros a criticar tu propio país, me resulta todo muy caro y vivo en el más absoluto de los anonimatos. Como todos vosotros, soy un pringao más… incluso a veces no me dejan entrar en algunas discotecas… eso para alguien acostumbrado a ser importante y respetado, como era en mi país, es algo a lo que me resultará difícil acostumbrarme.

Y parece como si todo estuviese hecho para que te des cuenta de lo insignificante que eres, esa es de las primeras cosas que me llaman la atención de aquí. En Kiev, en cualquier local al que vaya, lo primero que encuentro es un guardarropa donde dejar mi abrigo, con una señorita que luego me lo pondrá cuando me vaya… aquí tengo que buscar un hueco entre sillas o la barra, manchada de aceite, o encima de la maquina de tabaco (en España el tabaco lo venden en máquinas, en vez de en el menú). Los bares parece como si se estuviesen incendiando todos, llenos de humo, que hace que al rato de estar allí te piquen los ojos y te lloren…., exactamente como si estuvieses en un edificio en llamas. Entre eso y el frito constante de las cocinas, volver a ponerte el abrigo es como meter la cabeza en la salida del aspirahumos y respirar… y eso en los bares que te puedes sentar. En muchos de ellos la gente está de pie, muy juntos, con la copa en la mano porque no tienen sitio para dejarla, y casi sin hueco para moverse.

También me resulta curiosa la pérdida de significado de la ropa… en un mismo local hay una gran cantidad de gente vestida con estilos de ropa diferentes, las mujeres se visten casi igual que los hombres… y todos, absolutamente todos, hacen muchísimo ruido.

Las calles son maravillosas. Una canica se podría recorrer sin problemas la ciudad de norte a sur y de este a oeste. La luz es muy viva y las hace todavía más limpias, y de noche todas las calles están iluminadas. Es posible pasear por la propia ciudad, no sólo en jardines o parques, las aceras… es casi toda la ciudad como Xreshiatik, la calle principal de Kiev.

Y aún hay cosas que debo aprender… el otro día intenté negociar el precio de un taxi antes de subirme y por la reacción del taxista entendí que no es algo habitual aquí… parece que cobran por tiempo o distancia. Luego el taxi me preguntó por qué camino solía ir habitualmente, y le dije que no sabía, que no era de allí. Tardó el doble y pagué el doble que el día anterior por ir al mismo sitio desde mi casa… con lo fácil que es acordar el precio antes!!

Más cosas que me han llamado la atención: cómo no, los toros. Yo sabía que en España eran una cosa importante, pero aún así me sorprendió el trato que le daban en esta noticia el otro día:

El toro asesino

Nunca pensé que se hablase así de algo que ha matado a una persona, y menos que esto pueda hacer tan feliz a otra como para que no le importe que se publique en un periódico su satisfacción. Y que el periódico lo vea normal.

No sé si poquito a poco me iré acostumbrando… aunque espero que ciertas cosas no dejen de sorprenderme nunca.

viernes, enero 23, 2009

A nuestro Gepet

TE QUEREMOS. Y YO UN MONTÓN.