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jueves, noviembre 08, 2007

BCN




Nueva entrega de las ciudades invisibles. Barcelona, por Cristina.


Ok chavales. Me dispongo a escribiros algo sobre Barcelona y os juro que no tengo ni idea de por dónde empezar. Bueno, empezaré y punto. ¿Por qué me resultará tan difícil? Supongo que porque esta ciudad se me ha metido en las entrañas, y ya no puedo mirarla desde el exterior. Ha penetrado en mi interior y forma parte de mí. Y yo de ella. Su olor y su bullicio ahora corren por mis venas, su sabor y sus paisajes me pertenecen. Y bueno ya me entendéis, pertenencia no en el sentido burgués, por supuesto, sino en el espiritual. Cuando interiorizas algo lo haces tuyo, y hoy por hoy creo que puedo decir: BARCELONA YA ES MÍA.

Son mías sus avenidas majestuosas, la exuberante selva modernista que te envuelve en cada esquina, las hordas de guiris armados con cámaras al acecho de cualquier señal, sus plazas. También son míos sus atascos, el metro a reventar en hora punta, los kebabs y la humedad. Los festivales, las torradas y los patinadores. Sí, son míos, eso ya nadie puede cambiarlo. Y es que Barcelona tiene ese poder desconcertante de poseerte, de metérsele bajo la piel a una para no salir más.

Su riqueza es infinita: su apacible (aunque sucio) mar, su retadora y frondosa montaña, sus largas noches y sus vigorosos días. Y en medio de todo, sus pequeños y mágicos universos interiores. Numerosos mundos de todos los colores, rosas, verdes, azules. Todos tan cerca y a la vez tan lejos, a veces separados por una simple pared, a veces por vidrieras blindadas, unidos en una misteriosa convivencia. Porque todo cabe en Barcelona, ella absorbe sin quejarse, se regala una y otra vez en cada nuevo día, se abre generosa a cada nueva posibilidad.

Ya veis chavales, hay tantas y tantas cosas. Y todas son mías. El murmullo constante de la ciudad, sus lenguas, su “gent” (su maravillosa “gent”), su perfume, su esencia. Porque sólo así se puede vivir Barcelona, intensamente, entre la piel y los huesos. Te penetra en cada experiencia, imperceptiblemente, inexorablemente, como un pequeño gusano dentro de una nuez, que va creciendo poco a poco y se te come por dentro, para que nunca más vuelvas a ser la misma. Supongo que entendéis qué quiero decir y además como siempre ya me he enrollado bastante. Creo que lo único que puedo añadir es que esta ciudad tan poco invisible, con sus cosas buenas y sus cosas malas, enamora.







EDITADO: Y a los que vayáis a descubrir Barcelona, no os perdáis la sensación de meteros desde las abarrotadas ramblas a las calles mucho más íntimas del Raval, por detrás de la boquería, o la calle que lleva desde las ramblas a el Macba. Lo mismo ocurre con algunas de las calles del gótico, la plaza del Pí y su catedral, maravillosa, y por su puesto el Borne y la Catedral de Santa María del Mar... los vascos del Borne, en los que no se os puede olvidar que se os caiga algún palito (mejor si es una espada), el mercado de la boquería, que tiene cosas alucinantes, y en el que os recomiendo que paseís a los puesto del fondo, un 50% más baratos que los de primera fila... Por la noche las placitas de Gracia, cervecitas de pakis a un euro o gratis se las das las gracias en paquistaní... y por supuesto, las bravas de Gracia, en casa Tomás, las mejores de Barcelona, no Cris? Qué gran ciudad.. y que nadie se enfade si su gente habla en su idioma, el català. Buen rollo.

1 comentario:

Edu dijo...

Pues que sepas que mía también... y me encanta, como a ti.