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Hoy es un gran día para escribir sobre esta ciudad invisible: Freiburg, Friburgo, Freiburg Im Bresgau. Porque hace muy pocos días un gran amigo (que no digo aquí, por si sus padres todavía no lo saben…) me dijo que le acababan de dar una beca para irse los tres meses de verano allí… qué cabrón, qué envidia. Y porque siempre es un buen día para acordarse de esa cuidad. Hay quien dice que nunca se ha de volver a los sitios donde fuiste muy feliz. Yo prefiero creer que hay que volver a ellos, física o mentalmente. Y si tu vida actual no resiste la comparación, hacer lo que puedas para ser tan feliz como entonces… claro, que no todo puede depender sólo de ti. Entonces vuelve a ellos, para ver si esa parte que no depende de ti, te la pueden aportar ellos… quién sabe.
Hablar de Freiburg para mí es más que hablar de un viaje, o de un sitio, o de un tiempo. Hablar de Freiburg es precisamente hablar de la ciudad de las ciudades escondidas. Es un viaje en mi interior, en mis recuerdos y en mis pensamientos, un viaje a una ciudad que no está en ninguna parte, que no tiene habitantes. O mejor dicho, y esto es algo que me enseñó ella, una ciudad que está en todas partes: allí donde estén unos habitantes muy concretos, compañeros de viaje en esta ciudad invisible. Me explico: a Freiburg me llevó una curiosidad por conocer sitios diferentes, por conocer un idioma diferente, y en gran parte, la casualidad. Yo me quería ir Rennes, Francia. Y en Freiburg descubrí la justa importancia de los escenarios, que la tienen, pero que no hasta el punto de que te aten o te limiten, y de la gran importancia de encontrar a una, dos o tres socios que se alegrasen de alegrarte. Descubrí la belleza de la libertad, de sentir que en cada momento estaba haciendo exactamente aquello que me hacía más feliz. Descubrí la energía que te da esa libertad, que se convierte en una energía deseosa de devolver esa felicidad a quien te la regala a ti. Descubrí las barbacoas en el lago Seepark hasta que se ponía el sol, descubrí lo que puede llegar a pesar un erizo, por pequeño y feo que sea, cuando lo llevas con tu bicicleta, descubrí los despertares con notas que te alegraban la mañana y que te hacían subir silbando la cuesta de la Hauptbanhoff, descubrí los helados italianos y cómo facilita las cosas, y los helados gratis, una sonrisa y una chica linda. Descubrí lo diferente que es conocer a alguien en un idioma y en el suyo propio, que por mucho que te empeñes Utilizieren nunca va a significar utilizar en alemán (benutzen) y que si dices que “Ich verstehe keine Paprika” (no entiendo un pimiento) los únicos que te entenderán a ti serán los españoles, algún italiano avispado y algún turco que haya vivido en España. Pero nunca los alemanes.
Cuando me fui de Sevilla, tenía mi novieta guapetona, mi equipo de fútbol, los colegas, una carrera casi acabada… una autopista que me llevaba cómodamente al destino. Cuando volví de Freiburg, y a pesar de que nunca he vuelto a vivir en ella ni me he planteado hacerlo, sentía la necesidad de que esa ciudad invisible debía seguir en mi vida. Todo aquello que había descubierto, debía seguir en mi vida, y mi vida debía seguir en aquella ciudad invisible y sus habitantes, estuviesen donde estuviesen.
Y el intento equilibrio entre las obligaciones (que a veces también las hay) y hacer lo que me pedía esa libertad que sentía yendo de un sitio a otro en mi bici, de Seepark a Vouban, de allí a Waldsee, y al Beirgarden en Schlossberg, me llevó a Barcelona, de Barcelona a Bologna, pasando por Munich y Galway, de Bologna a Maastricht, de allí a Madrid y ahora a Kiev… siguiendo y persiguiendo esa vida, tan rápido que a veces no sé si no me la he dejado atrás, olvidando lo que he dicho al empezar: que esta ciudad invisible está en todos sitios. Que al haberla conocido ya sabía el camino que me llevaba a ella: el de la libertad y sus habitantes. Y que podía vivir en ella aunque fuese en un pueblecito de Cádiz o de donde fuese.
Qué envidia los que encuentran todo lo que necesitan en su barrio o en su pueblo…
¿Qué envidia?
Hoy, cinco años y medio después de mi llegada a Freiburg (aún la recuerdo, “qué coño hago ya aquí”) y cuando hagan seis de mi despedida (que también recuerdo como ayer, entre risas, jamón y una angustia repentina ante la despedida en el aeropuerto de Frankfurt… de nuevo la casualidad), cuando me pierdo un poco, cuando no encuentro la dirección a Freiburg, miro las fotos de aquel tiempo, miro a aquel chaval de 22 años radiante de vida, de felicidad y de libertad, y me pregunto qué diría él si viese esta vida casi seis años después.
Y le vuelvo a preguntar… y me diría: “Yo, con una cervecita y el sol… el paraíso, ¡ah! Y cacahuetes!”
EDITO (Alberto): La garra. Y fotito. Recuerdo el fundamento del concepto garra, pero ahora mismo no visualizo el ejemplo concreto que nos hizo acuñar tan afortunado término.
viernes, abril 11, 2008
FREIBURG
Publicado por Edu en 5:20 p. m.
Etiquetas: ciudades invisibles, divagando, erasmus, Freiburg, musiquita
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9 comentarios:
Que bonito,Edu!
:-)
No veas si estás productivo ¿no?
Yo lo más bonito de Friburgo que recuerdo (y de mi vida) son esos alemanes que se quedaban dormidos con/sin cerveza en la mano.
Besitos.
jajajaja!
Buscaré la secuencia de fotos del momento, que la debo de tener en algún sitio y te edito el post con ella... que grande!! Éso y "La Garra", momento míticos de una gran vuelta a Ffreiburg y el encuentro de algunos de sus más honorables habitantes...
lo busco!
El momento post-garra lo tengo yo por alguna parte.
Lo busco.
La garra jajajajajajajajajajajajajajajajajajajajaja
¡Brutal!
Mi paso por Freiburg ha sido un antes y un después en mi vida. Fue como una droga de la que no me pude desenganchar en dos años y medio y tras volver a España todavía intento no caer en ella.
Fueron los mejores años de mi vida.
Y que me dices de los Kebabs en el euphrat (detras de la uni)...o del Schnitzel mit Pommes en el cheers...o de las cervezas en el Schlappen...sin duda la llevo en mi corazón y siempre que puedo vuelvo a pasear por sus calles y a reencontrarme con mis amigos que siguen alli.
Gracias por tu escrito.
Bego.
aaaahhhhh...
Sí que me acuerdo de esos Kebabs... invitación y luego cervecita en Augustiner platzt... con solecito, sólo faltaban los cacahuetes.
Y los biergarten de Augutiner, de Schlossberg, de Seepark... tengo que volver ya!!
aaaahhhhh...
Sí que me acuerdo de esos Kebabs... invitación y luego cervecita en Augustiner platzt... con solecito, sólo faltaban los cacahuetes.
Y los biergarten de Augutiner, de Schlossberg, de Seepark... tengo que volver ya!!
lagrimita ... qué recuerdos, lo echo de menos y os echo de menos! El schniposa en la Mensa, esa pizza por €1 con aceite picante, comer en el río, las excursiones, ... la gran A.T.E.A. y hacer planes locos en 15mn. La grán e improvisada "International Week Party" en el lago del Stusie ...
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