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miércoles, abril 07, 2010

100 gramos de soledad

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Os contaba el 4 de diciembre de 2008 que de un día para otro, me fui a pasar el finde de Kiev a Londres, al Royal Pali… allí me encontré con mi Mino amigo y con Coco. Y en respuesta a ese post, algún ser cibernauticamente anónimo, me contaba lo feliz que le hacía leer nuestro blog… lo que me alegró muchísimo, porque suponía que alguien lo lee y que encima le gusta. Por cierto, acabo de ver en el cuadrito de debajo de este ya muy caótico blog, que estamos muy cerquita de las 30.000 visitas a los 3 años y medio de vida del blog… gracias!

Pero como diría el Señor Lobo, “señores, no empecemos a comernos las pollas todavía”. Aún queda mucho por hacer. Pero ha sido una alegría encontrar ese post... hace tiempo que le doy vueltas a cómo seguir escribiendo en el blog. Mejor dicho, a cómo seguir escribiendo y qué contaros para que no os aburráis como la pata aburre al pato. Pero al encontrar ese post, aunque a algunos les suene triste, veo que sí, sigo haciendo las mismas cosas que hace una año y medio… pero si a mi me gusta hacerlas, por qué no os va a gustar a vosotros leer sobre ellas?? Y además, lo importante no es lo que os cuente, si no como os lo cuente… y no lo voy a contar peor que antes no? O sí? Ya tenemos la primera incógnita de esta historia.

Si ese finde me iba de Kiev a Londres, esta vez ese gen misterioso que no me permite estar más de tres semanas sin cruzar una frontera, y que, tenéis razón, no me permite ahorrar tampoco, me ha llevado de El Cairo a Berlín. Coco se casa, se quería despedir de su soltería en Amsterdam, quién sabe para intentar que los efectos de la celebración le permitiesen llegar aún confuso a la boda. Como buenos amigos que somos, de esos de toda la vida, de los que dan verdadero asco, le cambiamos Amsterdam por Berlín, lo más picante que le regalamos en la semana de despedida fue un plato de comida Thai enfrente del Mauerpark, y sólo de rodillas consiguió que accediésemos a lo que más ilusión le hacía, alquilar unas bicis para darse unas vueltas por allí. Al menos no nos matamos ninguno con nuestra bici bajo las ruedas de un tranvía berlinés para no acabar de joderle la despedida.

Todo empezó muy bien, Berlín, tan bonita y civilizada como siempre, pero con ese punto juvenil, rebelde, transgresor… sí… nos quedábamos en un bonito piso de Arkona Platz, en Prenzlauerberg, y el tipo que nos tenía que entregar las llaves venía borracho (11 de la mañana), no sabía en qué piso nos teníamos que quedar y nos hablaba en ese idioma del que tanto gustan los alemanes hablar a los extranjeros que hacemos esfuerzos inútiles por aprender su lengua, ya que nunca la utilizan con nosotros (para hablar, digo): “Welche ist your wohnung for the weekend, yes?”… “Yes, yes, for the weekend, borracho, Ich weis nicht welche Wohnung einfach ein Wohnung für 7 Leute”… Y tan práctica para los españoles: en realidad éramos 10 y al chaval con la papa se les olvidó cobrarnos (esperemos que no lea blogs es español para aliviarse la resaca).

Hoy ya estoy de vuelta en El Cairo, un día de estos un contaré lo que veo por aquí… en medio? Era una despedida de soltero, no se cuenta… Pero Berlín a mi me sigue pareciendo una ciudad única, mágica, y creo que ahora le gusta mucho también a algunos de mis amigos que no la conocían, hemos ampliado nuestros conocimientos sobre sitios a los que ir de fiesta en Berlín, sitios a los que ir a comer Kebabs, que con un Kebab al día se sobrevive y que por Kastanienallee se llega a Mauerpark…

Mientras nuestro país se hunde por fascículos, Berlín, aunque haga frío en invierno y aunque nunca haya pasado allí más de 10 días seguidos, me parece uno de los mejores sitios para vivir del mundo occidental. Una sociedad que creo que ha perseguido, y que me parece que consigue en un porcentaje muy alto, la armonía común a través de la realización de sus individuos. Traducido: que hay un ambientazo que te cagas básicamente porque cada uno está haciendo con su vida lo que le apetece, ya sea pinchar en un bar, pintar cuadros en una casa okupa, o ser un tiburón de los negocios.

Y sin la amenaza generalizada de malvivir en un piso caja de cerillas que tendrás que pagar durante 30 años de tu vida dedicándole con suerte el 50% de lo que ganes, muy bien situado a sólo 286 metros de la parada de metro (bueno sí, atravesando una circunvalación de ocho carriles) y a sólo 4 transbordos y hora y media del centro de tu ciudad. Eso sí, con vistas a un descampado y mucha tranquilidad.

Joder, hacer lo que te dé la gana, y a pesar de ello poder vivir en un sitio agradable? Puede que alegre un poco a la gente sí… es una de las consecuencias del encadenamiento de cosas bien hechas.

Pero bueno, nosotros seguimos teniendo el sol, una vez más. Bueno, tenemos eso y una sociedad en la que esto y esto otro pasa a la vez. Seguramente también sean cosillas que afecten de alguna forma.

En Kastanienallee, mientras tomábamos un café, alguien preguntó qué significaba un gran cartel que colgaba de una de los balcones a la calle: “Kein Frühling für Nazis”: Que no haya primavera para los nazis.



Saludos a todos.