Era inevitable que se perdiera tal y como se habían presentado los prolegómenos: tenía que pasar tarde o temprano (y al final fue más temprano que tarde), y eso yo ya lo sabía, antes de la que tragedia ocurriera, con la misma certeza que sabía que yo no me perdería a pesar de mi disfraz mutante, la alergia y sus remedios.
Ocurre a veces que un pequeño estímulo exterior nos hace creer algo con tanta firmeza que (subconscientemente o no) hacemos todo lo posible para que los acontecimientos se den tal y como habíamos previsto y ocurre, también, que todo lo posible suele ser suficiente para que así sea.
Pero sucede otras veces que el empeño por que todo salga bien nos mueve a pensar que la certeza de que todo escollo es salvable y que alcanzar el fin perseguido es inevitable no es tal, y que tan sólo es una creencia puramente irracional, así que empezamos a, previendo el desastre e intentando evitarlo, poner todas las condiciones necesarias para que la tragedia finalmente se precipite sobre nosotros. Y es que como dijo Don Carlitos de Bami lo que empieza siendo oso mimoso amigo de las niñas no puede acabar como tigre de bengala por muy Gepeto que sea y muchas caritas que tenga.
Y eso le ocurrió a nuestro héroe: dejarse el móvil, las llaves, y la cartera en casa no fue si no un desesperado intento de salvar el desastre que él ya presentía (subconscientemente o no) y que, paradójicamente, el sólo provocó con esas fatales decisiones.
Y es que una vez desprovisto de los tres básicos era cuestión de tiempo que perdiera de vista mi traje mutante y se dejará llevar por el mar de disfraces hasta la playa de la diez de la mañana.
Es curioso sin embargo como aquellos que llevábamos los tres básicos a buen recaudo ni si quiera se nos pasará por la cabeza el perdernos, pero eso es, como ya sabemos, gracias a nuestra inquebrantable fe y nuestro imperturbable ánimo.
Pero con esto y todo, nuestro héroe nos dio la nochecita porque aunque nos intentábamos convencer unos a otro que él ya estaba muerto y que su cuerpo tragado por el mar era insalvable, siempre creíamos ver a nuestro héroe en el hippie que doblaba la esquina.
Dicen que las últimas palabras que pronunció nuestro héroe antes de arribar a la cálida playa fueron referidas a la imposibilidad de que la tragedia deje de ocurrir cuando no llevas el básico del móvil, y también a lo irresoluble que era el problema de encontrarse cuando éste básico no existía.
Dicen también que el viejo pescador de la playa le dijo:
“Un punto de encuentro, estúpido, un punto de encuentro”
4 comentarios:
¿Tu héroe se fue a dormir a la playa?
Un punto de encuentro. Anda que no. Todavía no me había contestado a la pregunta de por qué antes de la era móvil no nos perdíamos.
Un punto de encuentro, estúpido,un punto de encuentro.
El hippie de Cádiz.
Pero además yo creo algo en nuestro cerebro se ha dañado para siempre: ayes quedé con el chaparro para que me diera mi móvl que me lo había dejado en su coche (como las llaves en el puerto) y nos estuvimos esperandonos a cien metros uno del otro durante media hora, hasta que nos jortarmos ambos del otro y nos fuimos.
JAJAJAJA
Kuki adoro tu disfraz!! es la caña!
JAJAJAJAJAJA
Sois unos seres y me encantaaaaaaaaa JAJAJA
Morta eeeeeeeee qué gracioso!!¿por qué llevas la barba en los huevecillos? JAJAJA
Y ya en serio, cuando me lo contásteis en todo momento pensé en lo del punto de encuentro, ¿No hicistéis botellón en algún sitio fijo? ¿Acaso fue un botellón andarín? pobre kuki no puedes olvidar más los "básicos"...
BSS cris
Publicar un comentario