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lunes, junio 02, 2008

Luis

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Hace seis años que vive en ese portal de la calle Princesa de Madrid. Se llama Luis y tiene 56.

Durante 7 meses, lo veía cada mañana al pasar corriendo por delante de su portal (tenía que pasar antes de las 08.42, para poder llegar puntual a clase…), los sábados al pasear, o muchas noches, a la vuelta de las tapitas madrileñas, él ya metido en su habitación, dos cartones cerrados por ambos extremos con un plástico para que conservasen el calor. Cada día veía a este hombre sentado en su casa: ése portal, el de una agencia de viajes… Te fijas en él, porque sus ojos llaman tremendamente la atención. Son unos ojos grandes, azules, muy serenos, muy cuerdos… y muy tristes. Quizás la tristeza consecuente con la plena cordura.

Me contó su historia: me contó que había tenido un buen trabajo, negocios, bastante dinero, muchas novias, todas guapísimas y jóvenes, me dijo, lo tenía todo. Me contó que un día, al volver de un viaje de negocio de más de un mes, el negocio que tenía y que había fundado con un amigo, había cerrado, la oficina estaba cerrada y ni siquiera podía entrar. No podía localizar a su amigo, que había desaparecido completamente y nadie sabía nada de él, y al poco tiempo le llegó una notificación del banco en la que le decían que si no pagaba una gran deuda, le quitarían la casa y otras pertenencias como pago. Fue a ver a su abogado, y por lo visto su amigo había puesto todo a nombre de otra empresa con la que hacía negocios, y le había robado parte de los beneficios durante años, la empresa había quebrado, él había desaparecido con todo lo que había podido y la deuda la tuvo que afrontar Luís con sus bienes. Y se quedó sin nada.

Me contó que al principio fue durísimo. Que estuvo a punto de volverse loco, se quedó en la calle, sin nada. Que estuvo pensando irse a un pueblo o a una ciudad más pequeña, a buscar trabajo y empezar otra vez… pero que cuando estaba dándole vueltas a eso, un día tuvo un momento de lucidez, de esos en los que ves el mundo entero, la eternidad pasada y la futura, las estrellas, el universo, y con ello tu insignificancia… y vio que en realidad él, no había perdido nada, porque no tenía nada. Y que nunca lo había tenido.

Me dijo: “un hombre es aquello que construya, ya te darás cuenta, si tienes mucha suerte”. Y que él no había sido capaz de construir nada en su vida, ni con su vida. Todo lo que tenía y había tenido, se podía perder así, por orden de un banco, y que no tenía sentido ponerse a hacer eso otra vez. Y que él ya no se sentía capaz de construir nada, simplemente porque no era nada. Y que para no perder esa lucidez se quedó en Madrid, porque una ciudad como esa es lo que mejor te permite ser consciente de la nada que es el que nada ha construido. Me dijo que allí, sentado en ese portal, veía pasar cada mañana a gente diferente, y cada mañana a la misma gente. Hasta que algunas mañanas, una de esas personas dejaba de pasar. Pero seguía pasando gente. Nada cambiaba: la ciudad seguía exactamente igual, mañana tras mañana, año tras año, pasase quien pasase por delante de ese portal.



Y que veía a muchos pasar con sus chaquetas y sus corbatas, como él pasaba antes, preocupados por sus coches, sus casas, sus negocios… los veía pasar con sus andares seguros, fuertes, muy peinados, muy satisfechos de sí mismo, muy seguros, sintiéndose los dueños de sus vidas y de sus destinos. Sin darse cuenta que un día dejarían de pasar por allí, y que nadie les echaría de menos, y que nada cambiaría, y sus riquezas, sus coches y sus negocios, no les servirían para nada.

Me dijo que de vez en cuando cruza la mirada con alguna persona que se le queda mirando, y que a veces, en esa mirada encuentra a alguien que como él, sea por lo que sea, ha tenido también su momento de lucidez, y que saben qué es vivir y qué es engañarse, y que buscan construirse algo en, para y con sus vidas. Qué es lo que queda de ti en este mundo y que es lo que te llevarás de él. Qué es lo que nunca te podrá robar ni un banco, ni una enfermedad y ni siquiera la muerte.

Dice que a veces esa mirada socia, lúcida, la encuentra en gente mayor, otras veces en una chica joven, otras veces en una pareja, un grupo de amigos. Y que cuando eso ocurre, se siente feliz y envidioso de que personas con esa lucidez hayan tenido la suerte de encontrarse, de reconocerse, y de dedicarse un tiempo y en espacio, de construir un sentido en el sinsentido fugaz. Dice que si no tienes eso, como le pasa a él, el mundo se convierte en una cosa loca, en el que es mejor no hacer nada porque siga creciendo, en el que vivimos una vida de casa y coches por inercia, sin plantearnos nada mientras lo destruimos, gente se mata o se muere en nuestras calles.

Como él mismo, me dijo, que se morirá un día en ese portal sin que nadie se dé cuenta, sin haber sido nada.

No sé si Luis, o como se llame esa persona, vivió algo parecido a lo que os he contado, ni que le ha llevado a abandonarse en un portal. Es cierto lo de sus ojos. Cuando me acerque a él al volver a encontrármelo este fin de semana, me senté para hablar con él y me atreví a preguntarle que le había llevado allí, me devolvió la pregunta: “¿Para qué quieres saberlo? No tengo nada que decir…” Lúcida como sus ojos. Ésa es su realidad, así siente este señor, “no tengo nada que decir…” Lástima, porque cuando le miras, y así lo pensé de nuevo cuando lo volví a ver el otro día, da la sensación de que sí, de que tendría mucho que decir. Y de que quizás se podría parecer a esta historia.

Pero las decisiones te hacen, lo que construyes te hace, y, seguramente, acabar viviendo en un portal y renunciar a vivir te tienen que hacer pensar que no tienes nada que decir. O te acaba convirtiendo en una persona que no tiene nada que decir.

Albachiara - Vasco Rossi

Mi Madrid


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Saludos a todos.

8 comentarios:

Cris dijo...

que fuerte Edu... no sabía que también teníamos a Luís en común.. yo pasé 9 meses saludandole cada mañana... es lo que tiene Madrid..

Anónimo dijo...

"¿Y sí empezamos a hablar de las derrotas, de las pérdidas?"M.T.
A mí si me gusta como escribes.
Enmarañado y enredándote.
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ein kuss
r

Anónimo dijo...

Por el camino de Swann...
Hast du schon gelesen?
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ein kuss
r

Edu dijo...

Por el camino de Swann habe ich noch nicht gelessen... hay que leerlo?? muchas gracias r! ma chi sei?? nos conocemos?

Anónimo dijo...

Du côté de chez Swann de "a la recherche du temps perdu" Marcel Proust
Luís

Anónimo dijo...

È quasi il mio autore favorito!
Hay que leerlo!
non ti conosco edu ma ho voglia.
Ein kuss
r.

Anónimo dijo...

A tí ya hay algo que te separa del Luís que tu mismo has inventado. Tu ya has construido algo.
Enhorabuena por tu espacio que,más que separar une.
Un abrazo desde la laejanía más cercana que nunca ahora que he descubuerto tu rincón.

Edu dijo...

Un abrazo, cercano lejano anónimo... a tí si te conozco no?