Publicado por
Alberto
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"Es lebe die Freiheit" Hans Scholl
<<El mal no es nunca `radical´, sólo es extremo, y carece de toda profundidad y de cualquier dimensión demoníaca. Puede crecer desmesuradamente y reducir todo el mundo a escombros precisamente porque se extiende como un hongo por la superficie. Es un `desafío al pensamiento´, como dije, porque el pensamiento trata de alcanzar una cierta profundidad, ir a las raíces y, en el momento mismo en que se ocupa del mal, se siente decepcionado porque no encuentra nada. Eso es la `banalidad´. Sólo el bien tiene profundidad y puede ser radical>> Hannah Arendt
El 18 de febrero de 1943 dos estudiantes de la universidad bávara LMU arriesgaban su vida al “dejar” propaganda antifascista y pacifista en el hall del principal edificio de dicha universidad. Los estudiantes fueron descubiertos, juzgados, encontrados culpables de alta traición y derrotismo, finalmente fueron asesinados mediante una guillotina, entre la indiferencia general del resto de su comunidad universitaria (y de la sociedad muniquesa y alemana).
Estos estudiantes intentaban hacer ver al resto de sus compatriotas, entre otras cosas, la realidad de los campos de concentración. Es inquietante pensar porque hacía falta esa acción cuando los crímenes de la Alemania nazi eran directamente visibles a tan sólo diez kilómetros de Munich: donde se encuentra el antiguo campo de concentración de Dachau ¡qué llevaba ya diez años funcionando con total eficiencia!
Estos activistas se llamaban Hans y Sophie Scholl (eran hermanos), pertenecían al grupo subversivo “la rosa blanca” también formado por estudiantes de Munich. Después de la detención todo el grupo cayó con celeridad y casi todos sus miembros fueron ejecutados.
Casi sesenta años después, en ese mismo hall, llamado ahora Geschwister-Scholl-Platz me encontraba yo con una cerveza en la mano y pasando un rato inolvidable; lo cierto es que en la última cosa que pensaba en aquel momento era el la rosa blanca y en la heroicidad de los hermanos Scholl. Las asociaciones de estudiantes de la LMU habían organizado, un año más, una fiesta de principio de curso ¡Y vaya fiesta! Dentro de uno de los edificios más emblemáticos y antiguos de Munich y en el hall que lleva el nombre de los dirigentes de la rosa blanca se había montado un gran escenario donde no faltaba de nada; las barras se encontraban en cualquier lado, las cervezas estaban a un precio de risa -0.50 céntimos medio litro-, no había allí ni un estudiante sobrio y toda la Universidad era una inmensa pista de baile.
Pero igual que sesenta años antes las injusticias, las canalladas, y los asesinatos siguen estando ahí fuera. Quizá ya no se comenten a diez kilómetros de Munich, pero en algunos de los casos las barbaridades pueden ser vistas igualmente por todos nosotros. El campo de concentración de Guantánamo, donde están detenidos y donde son torturados sistemáticamente cientos de prisioneros sin, y esto da igual, haber sido juzgados, es un buen ejemplo de ello.
Actualmente nos preguntamos cómo fue posible que la población alemana conviviera normalmente con los campos de concentración si hacerse demasiadas preguntas, o sin que su conciencia ciudadana se viera turbada, sin embargo no nos preguntamos cómo hacemos nosotros para convivir con Guantánamo, con Israel, con las guerras imperialistas, con la venta de armas de nuestro estado a organizaciones y países criminales, con el expolio de nuestras empresas en el tercer mundo, con la muerte por inanición en nuestras pantallas, etc.
La respuesta ahora y antes es conocida: callar la voz de los rebeldes. Apagar la luz con la que se muestra la realidad.
Dachau, a diferencia de otros campos, estaba especializado en encarcelar, torturar, experimentar médicamente, forzar a realizar trabajos, y asesinar a disidentes políticos – comunistas, socialistas, cristianos de base, anarquistas, y todo aquel que alzara su voz en contra de los nazis, todos antifascistas en resumen-; por el mismo pasaron 188.000 prisioneros, casi todos ellos políticos. El campo, que empezó a funcionar en el 33 (cuando muchos países occidentales apoyaban todavía a Hitler), fue clave para callar las acciones (alguna de ellas violentas) y la voz de los disidentes con el régimen. Una vez hecho esto lo demás fue propaganda y Goebbels.
Hoy en día la táctica para que las masas no se rebelen, para que no hagan preguntas es básicamente (aunque mucho más compleja y tecnológicamente más avanzada) la misma. Acallar todo aquel que disida y hacer mucha publicidad que haga pensar en otra cosa, que nos haga desistir de hacernos preguntas incomodas. En algunas sitios sigue siendo la tortura y el asesinato las formas de acometer esta misión, en otras las formas pueden ser incluso pacificas y más sutiles pero con el mismo terrible efecto sobre la historia.
Sin embargo siempre quedará alguien (mientras la civilización exista) que como los hermanos Scholl se nieguen a acatar el status quo.
Los hermanos Scholl evaluaron la situación, la encontraron injusta y amoral, y actuaron contra ella en consecuencia. Está contenido es esos tres actos lo que significa la palabra libertad (Die Freiheit).
En la película Die Letzten tage se cuenta como al principio de su detención los dos hermanos no son concientes del peligro de muerte que corren, y de como poco a poco, aceptan el final que se les tiene preparado desde la cúpula nazi negándose a pedir perdón ni a decir que se habían equivocado, aceptando en toda su dimensión la consecuencia de sus acciones, en un acto de lucidez y libertad sublime.
Es seguro que en aquella fiesta en la Geschwister-Scholl-Platz había un pequeño porcentaje de jóvenes que, hoy en día, habrán evaluado la situación actual, la habrán encontrado injusta y, haciendo uso de su libertad, estarán actuando en consecuencia, muchas veces frente a la banalización, indiferencia y/o el repudio, ahora como antes, de la mayoría de la propaganda y de los medios de comunicación, también, muchas veces, frente al de sus compañeros.
Julia Jentsch, que hace un magnífico trabajo en la película en el papel de Sophie Scholl, protagoniza la también película alemana llamada The Edukators (Die fetten jahre sind vorbei, donde se cuenta la historia de cómo tres jóvenes alemanes, contemporáneos nuestros, deciden pasar a la acción una vez que llegan a la conclusión de que este sistema nuestro es profundamente injusto. Sólo que todavía es temprano para ver si nosotros veremos morir la crueldad en nuestra época, o nos pasará como a los miembros de la Rosa Blanca y nos moriremos sin verlo.
La conclusión que se saco de esta película es que todo el mundo está capacitado para ver las injusticias por si mismo, como hicieron los miembros de la Rosa Blanca o los jóvenes de los Edukadores, lo único que hay que hacer es encontrar el sistema de evaluación adecuado.
Se cuenta que durante el juicio que sentencio a muerte a los hermanos Scholl, Hans, una vez oída la sentencia le grita al juez: << ¡Vuestras cabezas también caerán!>> (en la película, que en esta parte peca un poco de blandengue e inocente haciendo de el gran juez del pueblo alemán un monigote inseguro y torpe, se ha omitido esta frase, por otra que parece ser también dijo : "en lugar donde estamos ahora nosotros os econtrareis vosotros"). Frase que ahora en toda Alemania se exalta como ejemplo de coherencia, honor, y rebeldía, en su momento fue ejemplo de traición y derrotismo.
Ahora, esa frase utilizada contra nuestro sistema, sería tildada de terrorista.
1 comentario:
alBERTOLT BRECHT
El peor analfabeto es el analfabeto político.
Él no ve, no habla, no participa de los acontecimientos.
Él no sabe que el costo de la vida, el precio del frijol, del pescado,
de la harina, del alquiler, del calzado o de los medicamentos,
dependen de decisiones políticas. El analfabeto político es tan burro
que se enorgullece e hincha el pecho diciendo que odia la política.
No sabe el imbécil, que de su ignorancia política nace la prostituta,
el menor abandonado, el asaltante y el peor de todos los bandidos
que es el político corrupto y lacayo de las empresas nacionales y multinacionales.
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